Un verdadero campeón no es solo el que gana el título en un deporte sino el que respeta los códigos de conducta, vive el fair play y se comporta como un campeón. Los ídolos de barro son los que ganan una competencia haciendo trampa, los que se dopan, los que menosprecian o insultan al rival o a los jueces o los que se mandan a hacer su trofeo para decir que han ganado algo. De qué sirve eso, a quién engañan?

Cuento dos historias ficticias, pero basadas en algún caso real, relacionadas con este tema las cuales quiero compartir. No voy a dar nombres ni muchos datos porque la idea nos es acusar a esta gente sino opinar sobre ese comportamiento que tanto daño hace. Ambos casos son en deportes de paleta y raqueta y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
El primero es inédito. En un torneo confraternidad en donde lo que importa no es ganar sino compartir un buen momento juntos, se dio el caso que uno de los organizadores del torneo también estaba jugando dicho torneo. Se premiaría solo a los dos primeros de cada categoría.

Este organizador quedó en el tercer puesto y repentinamente sólo en esa categoría se premió también al tercero y no solo eso, para que no sea al dedo la designación del tercer puesto, el organizador invitó a otro competidor para disputar el título de tercer puesto pero este otro competidor no era el que había perdido la semifinal sino uno que perdió en rondas anteriores pero que según el cálculo de este organizador el partido por el tercer puesto contra este otro participante sería ganable, como que lo fue.
Conclusión del organizador: “Hago mi torneo para ganarlo y si no lo gano aumento trofeos y puestos e invento partidos para justificarlos.”
Conclusión de este blog: Ese trofeo no vale nada.

El segundo es de una final en la que uno de los jugadores discute con el árbitro un punto y al no recibir una respuesta positiva (a su favor) del árbitro lo empieza a insultar diciéndole ladrón, trafero, loco, gritándolo y dejándolo en ridículo incluso con poses de superioridad y de racismo.
Esto lo vieron todos los niños que estaban presenciando el partido que aprendieron ese día, gracias al campeón (porque al final ganó el partido), que pesa más el grito, la prepotencia y el insulto que el buen juego. Es más, en un momento el jugador en mención se retiró del partido para imponer su posición que al final la logró e incluso gritoneó también a su rival. Pésimo ejemplo. El árbitro también es responsable de esta vergüenza al no imponer su autoridad, ser dubitativo, dejarse gritar e insultar. El árbitro dijo después que entró en shock y no atinó a hacer nada. Este árbitro necesita una prueba psicológica.
Un verdadero ídolo de barro que cree que él lo es todo y que sólo él tiene la razón. Un campeón es un ejemplo a seguir, mucha gente lo ve y lo quiere imitar pero en este caso mejor no imitarlo.
Conclusión del jugador mencionado: “Como soy el campeón hago lo que me da la gana e insulto a quien quiera, total al final me van a hacer caso. Me merezco todo.”
Conclusión de este blog: Este campeonato no vale nada.
El tema racista es algo que también debemos erradicar. Todos somos seres humanos y hemos llegado a este mundo en diferentes condiciones. Debemos ser humildes y recordar de donde salimos. Si no te acuerdas de tus raíces menos podrás sentirte orgulloso de lo que eres.